En un entorno donde las opciones académicas parecen infinitas y la atención de los futuros estudiantes es cada vez más escasa, los eventos y actividades no pueden ser simplemente iniciativas bien intencionadas para cumplir con un calendario. Deben ser herramientas estratégicas, eventos con objetivos de marketing,
pensadas para captar, «enganchar», emocionar y convertir.
Estas son algunas claves prácticas y estratégicas que convierten un evento en una herramienta real:
1. Empieza con una intención clara (no con una fecha en el calendario)
Organizar eventos sin un propósito definido es uno de los errores más comunes. El objetivo no debe ser solo llenar una sala o mover redes sociales, sino responder a una necesidad estratégica clara: captar leads cualificados, re-posicionar un programa, fortalecer un diferencial institucional, aumentar conversión o alimentar el pipeline comercial.
Cada evento debe tener un propósito medible, conectado al embudo de conversión y alineado con la estrategia de marketing general. Solo así se convierte en inversión, no en gasto.
2. Entiende a quién quieres atraer (y por qué debería importarle)
No todos los eventos son para todos. Es clave segmentar: ¿Qué tipo de perfil buscamos? ¿Qué lo motiva? ¿Qué objeciones tiene? ¿Qué canales usa? ¿Qué horarios y días les resultan más accesibles? ¿Prefieren lo presencial, lo híbrido o lo virtual?
Entender el perfil del estudiante ideal nos permite diseñar experiencias que no solo atraen, sino que conectan y movilizan. Y esto también implica ajustar el formato, la duración, el lugar y el momento del evento para maximizar la asistencia y el impacto. Un buen contenido mal programado es igual a una oportunidad perdida.
Segmentar adecuadamente maximiza la inversión en cada acción. Comunicar a todo el mundo es desperdiciar recursos, diluir el mensaje y perder impacto. El marketing efectivo no habla a todos, habla a quienes importan. Y cuando sabes a quién le hablas, cada peso invertido se traduce en mayor retorno y resultados más precisos.
También es fundamental entender que, en instituciones educativas, alinear estos principios con otros departamentos —como el académico— puede ser un reto. Estos equipos suelen tener una visión más centrada en el contenido o la logística educativa. Por eso, el rol de marketing no es solo proponer, sino saber pactar, negociar y justificar cada decisión. Explicar con datos, contexto y visión estratégica por qué se sugieren ciertos formatos, horarios o canales, ayuda a construir consensos y asegurar que los eventos respondan a objetivos reales y medibles.
3. El formato importa: no hagas “lo de siempre”
Puertas abiertas, ferias, webinars, recorridos, actividades en exteriores, eventos en empresas o partners, experiencias sensoriales, actividades gamificadas o colaborativas. Cada formato tiene un impacto distinto y apela a tipos de públicos y objetivos diferentes.
Por ejemplo, un evento organizado junto a una institución aliada —como una entidad profesional, asociación sectorial o centro de innovación— permite mostrar la aplicabilidad de los programas, generar confianza y generar interés real. Una experiencia inmersiva puede enamorar visual y emocionalmente a los visitantes. Todo parte del objetivo y del perfil: lo importante no es el formato en sí, sino su capacidad para movilizar a quien queremos atraer.
4. Trabaja los eventos desde los proyectos de los alumnos
Siempre lo decimos, incluso tenemos un post sobre eso (El poder del marketing de contenidos) Una estrategia poderosa es usar proyectos reales de estudiantes como base de las experiencias. Cuando estos proyectos se vinculan con marcas, instituciones o problemas concretos, se transforman en herramientas de captación, posicionamiento y orgullo institucional.
Un mismo evento puede presentar 10 soluciones reales a un reto empresarial. Eso no solo muestra la calidad y la capacidad académica, sino que genera relaciones externas, visibilidad y diferenciación.
5. Promociona con tiempo, estrategia y sentido de marketing
No se trata solo de anunciar y promover un evento. Es algo más estratégico, construir una campaña con fases: pre-evento (anticipación y expectativa), durante (interacción y conexión) y post-evento (seguimiento y conversión).
Cada fase debe tener objetivos claros, canales definidos y mensajes adaptados al público. Y sobre todo, debe tener definidos los indicadores que se van a medir. Porque al final, toda acción debe aportar al resultado.
Si el evento no genera leads, tráfico, posicionamiento o contenido que pueda aprovecharse posteriormente, no está cumpliendo su rol dentro de la estrategia de marketing. Y si no sabemos medirlo, difícilmente sabremos repetir lo que funcionó o corregir lo que falló.
6. Crea experiencias inmersivas que se puedan amplificar
Más allá de las actividades interactivas —como preguntas, recorridos, pruebas, simulaciones—, las experiencias deben estar diseñadas para ser replicadas, compartidas y amplificadas.
Eso implica pensar en el para qué: ¿Esto genera contenido? ¿Puede convertirse en caso de éxito? ¿Sirve como campaña en redes? ¿Aporta a reputación o diferenciación? Una experiencia poderosa no se vive solo en el momento: se multiplica.
7. Mide desde el primer minuto: el evento empieza con una landing, no con una invitación
Uno de los errores más comunes es medir solo asistencia. El impacto debe evaluarse desde el momento en que se lanza la acción:
- Tráfico generado a la landing del evento
- Registro y asistencia (conversión)
- Participación y engagement durante
- Seguimiento post-evento
- Leads calificados y su avance en el embudo
- Cobertura en medios y redes
Cada evento debe tener indicadores definidos antes de lanzarse. Medir no es un cierre, es una condición del éxito. Y en marketing, lo que no se mide, no existe.
Los eventos en los que participa marketing no son “actividades sociales” son acciones estratégicas con impacto comercial y reputacional. Con objetivos claros, formatos adecuados, experiencias memorables y medición constante, cada evento puede ser una palanca real para captar, posicionar y convertir.
¡Haz que los eventos no solo sean memorables, sino efectivos!